viernes, 21 de septiembre de 2012

Entrevista a MARIANA ENRÍQUEZ - Lo que tiene que reflejar la literatura.


Revolviendo en el archivo de Rayuela, encontramos un diálogo interesantísimo. Y para festejar la llegada de la primavera, aquí la creatividad, la frescura, los colores y... los muertos, de  MARIANA ENRÍQUEZ. En 2011 estuvo aquí en casa, Habló de Los peligros de fumar en la cama, habló de sus viajes, y de su mundo paradójicamente terrorífico e iluminador.

   
Entrevista - Por Daniela Sánchez E.

¿Podríamos hablar del nuevo estilo gótico argentino? ¿Reconoces pares dentro de este estilo?

No sé si podemos llamarlo así, pero sí es cierto que existe la tendencia hacia una literatura -sobre todo de cuentos y de mujeres- oscura, claustrofóbica, de terror, en toda America latina. Me sorprendió conocer escritoras con las que comparto, no sé si el mismo estilo, pero si las mismas obsesiones. En lugar del castillo, el encierro es dentro de su cuerpo, en un ambiente siniestro, macabro, es lo cotidiano volviéndose amenazante.
La escritora boliviana Giovanna Rivero tiene una novela sobre inmigrantes en Tucson, y todo lo que pasa ahí se relaciona con el trafico de órganos y problemas que tienen que ver con la zona de frontera, pero el tratamiento que hace ahí es casi de ciencia ficción, hay usurpadores de cuerpos, es rarísimo lo que hace, la base es claramente la inmigración. También recuerdo escritoras mexicanas, Magalí Velasco, o Mayra Luna -que es mas parecida a Samanta Schweblin. Tratan todo lo contrario a la niñez o a la maternidad romantizada. La chilena Lina Meruane, que sí está editada en argentina, por “Eterna Cadencia”, y tiene varios libros. “Fruta podrida” es uno, y tiene otro libro de cuentos, que tiene historias de niñas, con una estructura de cajas chinas, a lo Ítalo Calvino, como de juego, pero los cuentos son absolutamente oscuros. Ella me dice que pensó claramente sus cuentos desde el ser una niña que crece en ese Chile de la dictadura de Pinochet, cerrado, represivo. Son Mujeres que encontré en un encuentro de escritoras.
 También se publicó una antología de cuentos de mujeres argentinas que se llama una terraza propia, y la mayoría de los cuentos tienen un clima que más que antología de mujeres parece de terror. Es extraño. Tal vez hay lecturas en común, o un tronco de experiencia común, no se como llamarlo que hace que se desborde naturalmente hacia ahí.
Son  difíciles de conocer estas literaturas, porque es difícil conocer a otros escritores latinoamericanos, las editoriales no los distribuyen. Conoces primero a un español o europeo que a un latinoamericano.

Lo sórdido es una constante en tu literatura ¿Es un camino para llegar a otro lado?... ¿Es un fin estético en sí mismo?

En principio, es un fin estético en sí mismo, pero también intento usarlo como un artificio. Mis otras novelas también se desbordan en lo mórbido. La segunda “Como desaparecer completamente”, es casi Naturalismo. Naturalismo a la antigua. Lo uso como artificio para decir lo que tengo que decir a través de un género en un caso, o de un estilo en otro. Para mi es divertido, estéticamente placentero, a otros les puede producir rechazo, pero a mi me gusta.
Me resulta más fácil decir la verdad a través de ese artificio. Si fuera buena para hacerlo quizás lo haría desde el humor, o desde un estilo mucho mas codificado como el policial, pero es a través del desborde como yo encuentro ese camino.



Decías en una entrevista que no encontrás el anclaje real de lo literario en los juegos del lenguaje ¿Entonces cual es el eje?

Quise decir que hay cierta literatura argentina que es básicamente irónica que hace juegos de palabras, o que tiene un concepto irónico. Si pienso en ejemplos te digo Cesar Aira, que más allá de que me guste o no, es un artista contemporáneo. Su proyecto literario implica muchísima producción, poco corregir y argumentos disparatados. Esa tendencia hacia lo vanguardista no me gusta, no me gusta Coppi ni Lamborguini, ni los escritores que trabajan exclusivamente con esos juegos del lenguaje. A eso es a lo que no le encuentro un anclaje literario. Me produce el mismo asombro que un juego de ingenio. Yo soy bastante antigua, todavía creo en los grandes géneros. Y creo que también hay una gran riqueza literaria en la crónica periodística, cuando esta hecha como debe hacerse. Esa literatura tan pegada a una vanguardia un poco hueca; no veo un movimiento que la acompañe para que pueda justificar esa escritura. Ni tampoco veo un movimiento importante en este sentido. ¿Por que nos estamos riendo de esto? no lo entiendo. Creo que tiene que ver con una cuestión que es aceptable en el canon académico. Básicamente de la UBA, y como es la universidad central es la que marca tendencias. Yo digo que si mañana viene alguien y lee los apuntes de la UBA va a creer que los escritores más importantes son Lamborguini, Aíra y quizás Coppi. Es arrogante. No lo noto literario.

¿Pensás que tu opinión es la excepción o la regla dentro de la comunidad literaria que frecuentas?

Creo que es la regla pero es políticamente incorrecto decirlo en voz alta, también se evita generar conflictos y además no tienen tanta visibilidad. Los escritores que tienen más circulación no tienen que ver con esos nombres. Pablo Ramos, Claudia Piñeiro, Liliana Hecker, Martínez, Samanta Schweblin, Sergio Olguín, hay muchísimos autores que no hacen eso pero son los que tienen menos paginas en los suplementos culturales, o en los Blogs, o en la discusión literaria. Hay un punto en el que es un problema académico, como yo no vengo de la academia, entonces que hagan lo que quieran.

Otra constante en tu obra es el miedo a crecer ¿Tiene que ver con la perdida de la imaginación, o de lo fantástico, frente al pragmatismo del mundo adulto?

Puede ser un poco el miedo a la muerte, al fin, y sobre todo es tratar de mantener ese estado que para mí es un estado de riesgo, de inconciencia, mas desafiante, mas colorido, sobre todo mas libre, mas loco, mas experimentador. Desde la conciencia, desde cómo lo idealizo literariamente, y además en general, yo tiendo a leer escritores que tienen el mismo mambo, Pizarnik, Ocampo, y también leo bastante literatura juvenil, porque me gusta. En mi infancia disfrutaba del reino de lo fantástico como escape. Supongo que viene por ahí. Pero el miedo a crecer de las mujeres creo que tiene que ver más con el tema del cuerpo de la mujer, de la eterna juventud, con los mandatos sociales.



¿Que literatura contemporánea te gusta?

Me gusta mucho Cristian Alberti, cordobés. Sonia Budassi, tiene una mezcla entre crónica y ficción, tiene cuentos muy caóticos, me gusta. También Samantha Schweblin. Pero en general me gustan más caóticos, ella es muy estructurada y eso se nota, aun en cuentos caóticos uno ve la estructura, me termina dejando un poco fría pero tiene algo inquietante que me gusta. También Federico Falco y David Voloj -otro cordobés-.

Hay dos cuentos, “El carrito” y “Cuando hablábamos con los muertos” donde tocás temas políticos, pero con una inflexión que los deja entre líneas, como hiciste para que lo político no se comiera lo literario?

Yo quería usar política en un cuento de terror. Porque me parece que no se hace mucho, pero quería que quedara dentro del género, no quería que hablara de un caso. Podríamos tomar de la crónica política argentina millones de historias de terror. Pero quería que quedara dentro del género. En “El carrito” por ejemplo, yo no sitúo ese barrio, ni la época, si queres creer que es la crisis del 2001, o la hiperinflación, o si es una maldición de ese barrio en particular porque son gente de clase media que tiene terror de ser pobre, pero aun hoy puede funcionar. Yo defiendo lo literario en ese sentido, no son mis opiniones, no creo que deba castigar a la clase media por su tilinguería o por su miedo a la contaminación por el pobre, ese día apareció eso y es como un sentimiento legitimo. Lo mismo con “Cuando hablábamos con los muertos”, el otro día lo decía en la charla: mi generación vivió la posdictadura con la liberación de la información, la información que te llegaba siendo chico era terrorífica, entonces era eso lo que tenía ganas de procesar. Entonces lo político ahí era secundario, porque era una sensación de miedo causado por lo político, pero no quería hacer un cuento sobre los fantasmas de la ESMA. Primero, porque eso suele dar mala literatura, y además porque a eso lo puede hacer la crónica mucho mejor, llamando a un cronista y que hable con los vecinos. Lo que tiene que reflejar la literatura es algo espiritual… no me quiero poner mística.
O por ejemplo, una de las chicas dice que quieren encontrar los cuerpos para llenarse de plata. Personalmente tengo una postura muy seria sobre el tema, me cuesta salir del discurso solemne, por mi educación, por el lugar donde trabajo, y eso es otra vez la fuerza de la literatura, pongo en boca de una chica algo que yo jamás diría, ni pensaría, aunque quizás necesitaba liberarme de eso.

Decías que uno de tus mayores desafíos fue ponerte bajo la piel de otra mujer que no seas vos.

Totalmente. Me costo muchísimo, en mis dos novelas la mujer protagonista, en una casi no habla, en la otra no habla porque no puede físicamente, hay dos viejas locas estereotipadas pero hay dos chicas que aparecen muy poquito, que no se parecen a mi, pero las deje muy en segundo plano, porque en cuanto las dejaba crecer comenzaban a hablar como yo. Entonces me dije: ¿Como puede ser que no pueda escribir mujeres?
Yo escribo columnas de opinión, estoy acostumbrada al discurso autorreferencial y conozco mi voz. Pero no quería que esa fuera mi voz literaria, me volvía loca. Entonces comencé a trabajar en cuentos, porque tienen un formato más manejable, más corto. Me frustra menos si eso me sale mal. Y ahora estoy escribiendo una novela con chicas y más o menos sale, ya me preocupa menos.

Decías que en EEUU la tortura es uno de los disparadores del terror. ¿Y en Argentina?

También, pero no en ficción; nadie se animo todavía. Salvo en Ficciones testimoniales como en “Garaje Olimpo” por ejemplo. En cambio en EEUU, lo usan en “El juego del miedo”, “24”, “Hostel”, en diferentes escenarios. Me parece bien que no lo usemos, creo que ellos tienen un modo de procesar a través del consumo cultural, de la cultura pop, sus taras e incluso sus mandatos políticos. Por ejemplo en “24” era para naturalizar la tortura. Es un modo de hacerlo aceptable, porque se mete en los géneros populares como en el terror y las series televisivas de acción. Me parece perfecto que acá no se haga, tiene que ver con la solemnidad de la que te hablaba, me parece que hay que mantener cierta corrección política.

¿Ves algún disparador del terror, como una constante en Argentina o Latinoamérica?

Creo que con la crónica. La crónica latinoamericana es consistentemente buena: Leila Guerrero, Daniel Vera, hay un montón de buenos cronistas. Creo que es como se proceso e incluso en Méjico, por ejemplo “Huesos en el desierto”, sobre los asesinatos en Ciudad Juárez, que luego terminó siendo el libro de consulta de Roberto Bolaño para “2666”. Hay una retroalimentación evidente. Lo que hace después Bolaño con eso es increíble. Ahí hay una manera de procesar de los latinoamericanos que funciona muy bien.
Hace poco leí una novela extraordinaria sobre una familia dominicana en EEUU, de Junot Díaz, que es dominicano, sobre una familia que crece bajo Trujillo. Se llama “La maravillosa y breve vida de Oscar Wao”, y después leí otro libro de cuentos de Daniel Alarcón, sobre la lima de los 80 bajo “Sendero luminoso”. Lo curioso es que los dos viven en EEUU y escriben en Ingles. En cambio acá no se escriben muchas menos novelas que traten lo político así. Como si esa distancia se los permitiera. Acá se trata desde la crónica, la novela histórica o la poesía.

Hablabas de la Psicogeografía, de aquella teoría sobre la autopista 25 que para Tacher, era una especie de círculo de la bruja y demás…

Si, a mi me gustan porque son unos locos y por eso ya me caen bien. Iain Sinclair y Chris Petit hablan de la memoria de las ciudades, que repiten los hechos traumáticos y que es posible exorcizarlos. Es muy divertido. Ellos creen que Tacher hizo al rodear Londres con la Autopista 25, que es como la Panamericana, y ellos lo relacionan con el Rey Brand, un Rey mítico que tenia la cabeza bajo la Torre de Londres, y la idea es que mientras siguiera así, nadie iba a invadir Inglaterra.
Me atrae mucho la idea, escribí una columna para Uruguay sobre eso. Por ejemplo, caminaba por la Avenida 25 de Mayo, y estaban haciendo excavaciones donde funcionó un campo de concentración y me contaron una historia en esa zona. En la que en una casa, depende de la luz, podes ver la silueta del hombre, el ex dueño de la casa que se ahorco cuando le cortaron la casa para que pasara la autopista. Como idea literaria la psicogeografia es eso: encontrar en la ciudad esas marcas que son escalofriantes, pero cuando te metes un poco más hablan de un trauma mas profundo.

Como periodista cultural decías que no había que anclarse en la agenda cultural…

Seguro, tiene que analizar fenómenos culturales, establecer relaciones, tendencias, no quedarse en la agenda, que tiene que estar, pero hay que hacer un esfuerzo más. Por ejemplo: Si se estrena una versión de “Un tranvía llamado deseo” de Tennesse Williams. A la reseña la tenes que hacer, pero podes ir mas allá, en Argentina la unión civil es ley entonces habrá que analizar si es verdad que cambio el icono gay trágico de Tennesse con la nueva positividad gay en el País. Para ser buen periodismo cultural, te tiene que llevar más allá. Pero el problema en general no es del periodista sino del editor.

¿El problema entonces será un prejuicio sobre el consumo de masas?

Sí, y además porque es mas fácil y mas barato. Porque para pagar una nota de calidad el que escribe tiene que ser idóneo y tiene que tener tiempo. Lamentablemente el buen  periodismo se mueve dentro de una cadena de desinversión.


¿Cual es tu visión sobre la crítica literaria?

Primero hay que diferenciar el reseñismo de libros de la crítica literaria. Pero si un académico hace reseñas tiene que pensar como periodista, tiene que ser comprensible para la media, pero sin tratarla de tonta. El reseñista tiene que ser buen lector. Bien informado y en lo posible leer otros libros del mismo autor. Es básicamente una conversación entre lectores.

Decías que si sos mujer cuesta mas que te tomen en serio, que la mayoría de los editores son varones y que te interesa actuar políticamente para cambiarlo… ¿Cómo?

Hablando del tema. Haciendo visibles estas cosas. Las escritoras que dicen otra cosa creo que han tenido buena suerte, como yo, que soy subeditora del suplemento cultural de “Radar”, pero soy una excepción. Hay un ejercicio interesante: mirar los suplementos culturales y analizar la proporción de reseñistas o periodistas mujeres. Mirar “ADN”, “Ñ”, “Radar”, “Inrocuptible”, en la última no hay ninguna mujer, en “Rolling Stone” hay una, en radar somos tres, pero una sola estable. Más allá del número hay que mirar la proporción: de 45 hombres hay dos mujeres, esto no es casualidad. Quizás las mujeres que publican son menos, esta el tema de la visibilidad. 
Y las diferencias entre literatura femenina y masculina se diferencia por las condiciones de producción y en la línea discursiva. Y si alguien me pregunta, lo que hago es poner el prejuicio en el otro: por qué vos crees que tengo que escribir sobre el amor, hijos y cocina ¿Porque se supone que son temas femeninos? Esos también son temas masculinos.

¿Aún sigue en pié tu proyecto de escribir un libro sobre cementerios?

Si, claro. Desde que tengo uso de razón visito cementerios, y saco fotos. Entonces la idea es hacer como una crónica de viaje pero que tiene como eje los cementerios. En Cuba, en Perú y ahora también estuve en el de Catamarca.


Daniela V. Sánchez. E.

Para “Rayuela”,  Mayo 2011  



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