Revolviendo en el archivo de Rayuela, encontramos un diálogo interesantísimo. Y para festejar la llegada de la primavera, aquí la creatividad, la frescura, los colores y... los muertos, de MARIANA ENRÍQUEZ. En 2011 estuvo aquí en casa, Habló de Los peligros de fumar en la cama, habló de sus viajes, y de su mundo paradójicamente terrorífico e iluminador.
Entrevista - Por Daniela Sánchez E.
¿Podríamos hablar del nuevo estilo gótico argentino? ¿Reconoces
pares dentro de este estilo?
No sé si podemos llamarlo así, pero sí
es cierto que existe la tendencia hacia una literatura -sobre todo de cuentos y
de mujeres- oscura, claustrofóbica, de terror, en toda America latina. Me sorprendió
conocer escritoras con las que comparto, no sé si el mismo estilo, pero si las
mismas obsesiones. En lugar del castillo, el encierro es dentro de su cuerpo,
en un ambiente siniestro, macabro, es lo cotidiano volviéndose amenazante.
La escritora boliviana Giovanna Rivero
tiene una novela sobre inmigrantes en Tucson, y todo lo que pasa ahí se relaciona
con el trafico de órganos y problemas que tienen que ver con la zona de frontera,
pero el tratamiento que hace ahí es casi de ciencia ficción, hay usurpadores de
cuerpos, es rarísimo lo que hace, la base es claramente la inmigración. También
recuerdo escritoras mexicanas, Magalí Velasco, o Mayra Luna -que es mas parecida
a Samanta Schweblin. Tratan todo lo contrario a la niñez o a la maternidad
romantizada. La chilena Lina Meruane, que sí está editada en argentina, por
“Eterna Cadencia”, y tiene varios libros. “Fruta podrida” es uno, y tiene otro
libro de cuentos, que tiene historias de niñas, con una estructura de cajas
chinas, a lo Ítalo Calvino, como de juego, pero los cuentos son absolutamente
oscuros. Ella me dice que pensó claramente sus cuentos desde el ser una niña
que crece en ese Chile de la dictadura de Pinochet, cerrado, represivo. Son
Mujeres que encontré en un encuentro de escritoras.
También se publicó una antología de cuentos de
mujeres argentinas que se llama una terraza propia, y la mayoría de los cuentos
tienen un clima que más que antología de mujeres parece de terror. Es extraño.
Tal vez hay lecturas en común, o un tronco de experiencia común, no se como
llamarlo que hace que se desborde naturalmente hacia ahí.
Son
difíciles de conocer estas literaturas, porque es difícil conocer a otros
escritores latinoamericanos, las editoriales no los distribuyen. Conoces
primero a un español o europeo que a un latinoamericano.
Lo sórdido es una constante en tu literatura ¿Es un
camino para llegar a otro lado?... ¿Es un fin estético en sí mismo?
En principio, es un fin estético en sí
mismo, pero también intento usarlo como un artificio. Mis otras novelas también
se desbordan en lo mórbido. La segunda “Como desaparecer completamente”, es
casi Naturalismo. Naturalismo a la antigua. Lo uso como artificio para decir lo
que tengo que decir a través de un género en un caso, o de un estilo en otro. Para
mi es divertido, estéticamente placentero, a otros les puede producir rechazo,
pero a mi me gusta.
Me resulta más fácil decir la verdad a
través de ese artificio. Si fuera buena para hacerlo quizás lo haría desde el
humor, o desde un estilo mucho mas codificado como el policial, pero es a través
del desborde como yo encuentro ese camino.
Decías en una entrevista que no encontrás el anclaje real
de lo literario en los juegos del lenguaje ¿Entonces cual es el eje?
Quise decir que hay cierta literatura
argentina que es básicamente irónica que hace juegos de palabras, o que tiene
un concepto irónico. Si pienso en ejemplos te digo Cesar Aira, que más allá de
que me guste o no, es un artista contemporáneo. Su proyecto literario implica muchísima
producción, poco corregir y argumentos disparatados. Esa tendencia hacia lo
vanguardista no me gusta, no me gusta Coppi ni Lamborguini, ni los escritores
que trabajan exclusivamente con esos juegos del lenguaje. A eso es a lo que no
le encuentro un anclaje literario. Me produce el mismo asombro que un juego de
ingenio. Yo soy bastante antigua, todavía creo en los grandes géneros. Y creo
que también hay una gran riqueza literaria en la crónica periodística, cuando
esta hecha como debe hacerse. Esa literatura tan pegada a una vanguardia un
poco hueca; no veo un movimiento que la acompañe para que pueda justificar esa
escritura. Ni tampoco veo un movimiento importante en este sentido. ¿Por que
nos estamos riendo de esto? no lo entiendo. Creo que tiene que ver con una cuestión
que es aceptable en el canon académico. Básicamente de la UBA , y como es la universidad
central es la que marca tendencias. Yo digo que si mañana viene alguien y lee
los apuntes de la UBA
va a creer que los escritores más importantes son Lamborguini, Aíra y quizás
Coppi. Es arrogante. No lo noto literario.
¿Pensás que tu
opinión es la excepción o la regla dentro de la comunidad literaria que
frecuentas?
Creo que es la regla pero es políticamente
incorrecto decirlo en voz alta, también se evita generar conflictos y además no
tienen tanta visibilidad. Los escritores que tienen más circulación no tienen
que ver con esos nombres. Pablo Ramos, Claudia Piñeiro, Liliana Hecker, Martínez,
Samanta Schweblin, Sergio Olguín, hay muchísimos autores que no hacen eso pero
son los que tienen menos paginas en los suplementos culturales, o en los Blogs,
o en la discusión literaria. Hay un punto en el que es un problema académico,
como yo no vengo de la academia, entonces que hagan lo que quieran.
Otra constante en tu obra es el miedo a crecer ¿Tiene que
ver con la perdida de la imaginación, o de lo fantástico, frente al pragmatismo
del mundo adulto?
Puede ser un poco el miedo a la
muerte, al fin, y sobre todo es tratar de mantener ese estado que para mí es un
estado de riesgo, de inconciencia, mas desafiante, mas colorido, sobre todo mas
libre, mas loco, mas experimentador. Desde la conciencia, desde cómo lo
idealizo literariamente, y además en general, yo tiendo a leer escritores que
tienen el mismo mambo, Pizarnik, Ocampo, y también leo bastante literatura
juvenil, porque me gusta. En mi infancia disfrutaba del reino de lo fantástico
como escape. Supongo que viene por ahí. Pero el miedo a crecer de las mujeres
creo que tiene que ver más con el tema del cuerpo de la mujer, de la eterna
juventud, con los mandatos sociales.
¿Que literatura contemporánea te gusta?
Me gusta mucho Cristian Alberti, cordobés.
Sonia Budassi, tiene una mezcla entre crónica y ficción, tiene cuentos muy caóticos,
me gusta. También Samantha Schweblin. Pero en general me gustan más caóticos, ella
es muy estructurada y eso se nota, aun en cuentos caóticos uno ve la
estructura, me termina dejando un poco fría pero tiene algo inquietante que me
gusta. También Federico Falco y David Voloj -otro cordobés-.
Hay dos cuentos, “El carrito” y “Cuando hablábamos con
los muertos” donde tocás temas políticos, pero con una inflexión que los deja
entre líneas, como hiciste para que lo político no se comiera lo literario?
Yo quería usar política en un cuento
de terror. Porque me parece que no se hace mucho, pero quería que quedara
dentro del género, no quería que hablara de un caso. Podríamos tomar de la crónica
política argentina millones de historias de terror. Pero quería que quedara
dentro del género. En “El carrito” por ejemplo, yo no sitúo ese barrio, ni la época,
si queres creer que es la crisis del 2001, o la hiperinflación, o si es una
maldición de ese barrio en particular porque son gente de clase media que tiene
terror de ser pobre, pero aun hoy puede funcionar. Yo defiendo lo literario en ese
sentido, no son mis opiniones, no creo que deba castigar a la clase media por
su tilinguería o por su miedo a la contaminación por el pobre, ese día apareció
eso y es como un sentimiento legitimo. Lo mismo con “Cuando hablábamos con los
muertos”, el otro día lo decía en la charla: mi generación vivió la
posdictadura con la liberación de la información, la información que te llegaba
siendo chico era terrorífica, entonces era eso lo que tenía ganas de procesar.
Entonces lo político ahí era secundario, porque era una sensación de miedo
causado por lo político, pero no quería hacer un cuento sobre los fantasmas de
la ESMA. Primero, porque eso suele dar mala literatura, y además porque a eso
lo puede hacer la crónica mucho mejor, llamando a un cronista y que hable con
los vecinos. Lo que tiene que reflejar la literatura es algo espiritual… no me
quiero poner mística.
O por ejemplo, una de las chicas dice
que quieren encontrar los cuerpos para llenarse de plata. Personalmente tengo
una postura muy seria sobre el tema, me cuesta salir del discurso solemne, por
mi educación, por el lugar donde trabajo, y eso es otra vez la fuerza de la
literatura, pongo en boca de una chica algo que yo jamás diría, ni pensaría,
aunque quizás necesitaba liberarme de eso.
Decías que uno de tus mayores desafíos fue ponerte bajo
la piel de otra mujer que no seas vos.
Totalmente. Me costo muchísimo, en mis
dos novelas la mujer protagonista, en una casi no habla, en la otra no habla
porque no puede físicamente, hay dos viejas locas estereotipadas pero hay dos
chicas que aparecen muy poquito, que no se parecen a mi, pero las deje muy en
segundo plano, porque en cuanto las dejaba crecer comenzaban a hablar como yo. Entonces
me dije: ¿Como puede ser que no pueda escribir mujeres?
Yo escribo columnas de opinión, estoy
acostumbrada al discurso autorreferencial y conozco mi voz. Pero no quería que
esa fuera mi voz literaria, me volvía loca. Entonces comencé a trabajar en cuentos,
porque tienen un formato más manejable, más corto. Me frustra menos si eso me sale
mal. Y ahora estoy escribiendo una novela con chicas y más o menos sale, ya me
preocupa menos.
Decías que en EEUU la tortura es uno de los disparadores
del terror. ¿Y en Argentina?
También, pero no en ficción; nadie se
animo todavía. Salvo en Ficciones testimoniales como en “Garaje Olimpo” por
ejemplo. En cambio en EEUU, lo usan en “El juego del miedo”, “24” , “Hostel”, en diferentes
escenarios. Me parece bien que no lo usemos, creo que ellos tienen un modo de
procesar a través del consumo cultural, de la cultura pop, sus taras e incluso
sus mandatos políticos. Por ejemplo en “24” era para naturalizar la tortura. Es un modo
de hacerlo aceptable, porque se mete en los géneros populares como en el terror
y las series televisivas de acción. Me parece perfecto que acá no se haga,
tiene que ver con la solemnidad de la que te hablaba, me parece que hay que
mantener cierta corrección política.
¿Ves algún disparador del terror, como una constante en Argentina
o Latinoamérica?
Creo que con la crónica. La crónica
latinoamericana es consistentemente buena: Leila Guerrero, Daniel Vera, hay un
montón de buenos cronistas. Creo que es como se proceso e incluso en Méjico,
por ejemplo “Huesos en el desierto”, sobre los asesinatos en Ciudad Juárez, que
luego terminó siendo el libro de consulta de Roberto Bolaño para “2666”. Hay
una retroalimentación evidente. Lo que hace después Bolaño con eso es
increíble. Ahí hay una manera de procesar de los latinoamericanos que funciona
muy bien.
Hace poco leí una novela
extraordinaria sobre una familia dominicana en EEUU, de Junot Díaz, que es dominicano,
sobre una familia que crece bajo Trujillo. Se llama “La maravillosa y breve
vida de Oscar Wao”, y después leí otro libro de cuentos de Daniel Alarcón,
sobre la lima de los 80 bajo “Sendero luminoso”. Lo curioso es que los dos
viven en EEUU y escriben en Ingles. En cambio acá no se escriben muchas menos
novelas que traten lo político así. Como si esa distancia se los permitiera. Acá
se trata desde la crónica, la novela histórica o la poesía.
Hablabas de la Psicogeografía, de aquella teoría sobre la
autopista 25 que para Tacher, era una especie de círculo de la bruja y demás…
Si, a mi me gustan porque son unos
locos y por eso ya me caen bien. Iain Sinclair y Chris Petit hablan de la memoria
de las ciudades, que repiten los hechos traumáticos y que es posible exorcizarlos.
Es muy divertido. Ellos creen que Tacher hizo al rodear Londres con la Autopista 25, que es
como la Panamericana ,
y ellos lo relacionan con el Rey Brand, un Rey mítico que tenia la cabeza bajo la Torre de Londres, y la idea
es que mientras siguiera así, nadie iba a invadir Inglaterra.
Me atrae mucho la idea, escribí una
columna para Uruguay sobre eso. Por ejemplo, caminaba por la Avenida 25 de Mayo, y
estaban haciendo excavaciones donde funcionó un campo de concentración y me
contaron una historia en esa zona. En la que en una casa, depende de la luz,
podes ver la silueta del hombre, el ex dueño de la casa que se ahorco cuando le
cortaron la casa para que pasara la autopista. Como idea literaria la
psicogeografia es eso: encontrar en la ciudad esas marcas que son
escalofriantes, pero cuando te metes un poco más hablan de un trauma mas
profundo.
Como periodista cultural decías que no había que anclarse
en la agenda cultural…
Seguro, tiene que analizar fenómenos
culturales, establecer relaciones, tendencias, no quedarse en la agenda, que
tiene que estar, pero hay que hacer un esfuerzo más. Por ejemplo: Si se estrena
una versión de “Un tranvía llamado deseo” de Tennesse Williams. A la reseña la
tenes que hacer, pero podes ir mas allá, en Argentina la unión civil es ley
entonces habrá que analizar si es verdad que cambio el icono gay trágico de
Tennesse con la nueva positividad gay en el País. Para ser buen periodismo
cultural, te tiene que llevar más allá. Pero el problema en general no es del
periodista sino del editor.
¿El problema entonces será un prejuicio sobre el consumo
de masas?
Sí, y además porque es mas fácil y mas
barato. Porque para pagar una nota de calidad el que escribe tiene que ser
idóneo y tiene que tener tiempo. Lamentablemente el buen periodismo se mueve dentro de una cadena de
desinversión.
¿Cual es tu visión sobre la crítica literaria?
Primero hay que diferenciar el
reseñismo de libros de la crítica literaria. Pero si un académico hace reseñas
tiene que pensar como periodista, tiene que ser comprensible para la media,
pero sin tratarla de tonta. El reseñista tiene que ser buen lector. Bien informado
y en lo posible leer otros libros del mismo autor. Es básicamente una
conversación entre lectores.
Decías que si sos mujer cuesta mas que te tomen en serio,
que la mayoría de los editores son varones y que te interesa actuar políticamente
para cambiarlo… ¿Cómo?
Hablando del tema. Haciendo visibles
estas cosas. Las escritoras que dicen otra cosa creo que han tenido buena
suerte, como yo, que soy subeditora del suplemento cultural de “Radar”, pero
soy una excepción. Hay un ejercicio interesante: mirar los suplementos
culturales y analizar la proporción de reseñistas o periodistas mujeres. Mirar
“ADN”, “Ñ”, “Radar”, “Inrocuptible”, en la última no hay ninguna mujer, en “Rolling
Stone” hay una, en radar somos tres, pero una sola estable. Más allá del número
hay que mirar la proporción: de 45 hombres hay dos mujeres, esto no es
casualidad. Quizás las mujeres que publican son menos, esta el tema de la
visibilidad.
Y las diferencias entre literatura
femenina y masculina se diferencia por las condiciones de producción y en la línea
discursiva. Y si alguien me pregunta, lo que hago es poner el prejuicio en el
otro: por qué vos crees que tengo que escribir sobre el amor, hijos y cocina ¿Porque
se supone que son temas femeninos? Esos también son temas masculinos.
¿Aún sigue en pié tu proyecto de escribir un libro sobre
cementerios?
Si, claro. Desde que tengo uso de
razón visito cementerios, y saco fotos. Entonces la idea es hacer como una
crónica de viaje pero que tiene como eje los cementerios. En Cuba, en Perú y
ahora también estuve en el de Catamarca.
Daniela
V. Sánchez. E.
Para “Rayuela”, Mayo 2011
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