martes, 7 de enero de 2014


Terminando el 2013 Alejandra Pérez nos hizo una linda nota para el diario El Independiente:
"La literatura erótica es el género más leído por los lectores riojanos"



En un recorrido literario por los títulos más elegidos por el público riojano, EL INDEPENDIENTE dialogó con los responsables de “Rayuela Libros” acerca de las preferencias de los hábitos de lectura según los diferentes sexos y edades. La Rioja no estuvo exenta del fenómeno mundial de “Cincuenta sombras de Grey” mientras se destaca al público juvenil como el más lector de los últimos años.

Linda Fragapani y Fernando Linetzky de “Rayuela Libros” brindaron detalles del ranking de libros más vendidos en esta Capital durante 2013 donde sobresalió la elección de nuevos géneros literarios respecto a años anteriores. 

“Este año el puesto número uno es para el libro “Cincuenta sombras de Grey” de E. L. James, es impresionante cómo se lee literatura erótica y lo eligen más las mujeres”, aseguró Fragapani mientras añadió que “una vez leí una nota que decía que este libro estaba catalogado como “porno para mamás” y no me parece para nada errada la apreciación, me parece que está bien, normalmente las mujeres que vienen a buscarlo por lo general son madres y han descubierto que les gustaba el género, es gente que no lee mucho y que se enganchó de repente con ese libro y no puede creer haber leído un libro de la saga cada dos días”. 

La trilogía erótica se divide en “Cincuenta sombras de Grey”, “Cincuenta sombras más oscuras” y “Cincuenta sombras liberadas”. 

En el puesto número dos se ubica “Inferno” el nuevo libro de Dan Brown, autor de “Código Da Vinci”, “no nos resulta para nada raro, realmente se vendió muchísimo y el Código en su momento también fue un boom al estilo “Cincuenta sombras…” este año, tuvo mucho éxito, en el caso de Inferno tiene un público masculino”. 

“El puesto número tres es “Bajo la misma estrella” de John Green, el puesto número cuatro “Ventajas de ser invisible” de Stephen Chbosky y en el puesto número 10 “En llamas” que es la segunda parte de “Los juegos del hambre”. 

Estos tres libros son literatura juvenil, o sea que todos los que dicen que en La Rioja los jóvenes no leen están absolutamente equivocados porque en el top ten tenemos tres libros que tienen un público juvenil, hay que replantearse un poco el tema de que estamos juzgando a los jóvenes que son un público que viene, pide y sabe lo que quiere, esa es la diferencia. El adulto viene y tiene que elegir, esperar recomendación o se pasa media hora mirando novedades para recién decidir qué es lo que va a comprar. 

El adolescente se enteró por Internet qué es lo que quería leer, esa es la diferencia, por recomendaciones de amigos, de páginas, blogs, películas, tiene otras fuentes de inspiración a la hora de leer. “Cazadores de sombras” es otro libro que fue de los más vendidos y es también para público juvenil”. 

En el puesto número cinco tenemos al libro “Francisco”, de Evangelina Himitian, es la biografía que más se vendió, salieron mucho los libros de Francisco en general en el año, se vendió muchísimo, pero esta es la biografía que más éxito tuvo”. 

En tanto en el puesto número seis tenemos a “Cocineros argentinos”, es un libro bastante económico en comparación del resto de los libros de cocina, hay un mito de que el libro conserva el precio porque es de Canal 7, es un rumor que se corre”. 

El puesto número siete es para un clásico de la literatura latinoamericana, “Rayuela” de Julio Cortazar, que este año cumplió cincuenta años de su primera edición. 

El puesto número ocho fue para un libro de 2012, “Mujeres tenían que ser” de Felipe Pigna, “que a pesar de que su último libro es “Mitos de la historia argentina 5”, se sigue vendiendo muchísimo más “Mujeres…”, es muy elegido y simple para regalar sobre todo a la gente que le gusta la historia”. 

El puesto número nueve es para “El terror de los maridos”, “aquí se nota muchísimo la influencia de los canales 9 o el 13 de Buenos Aires, porque se trata de libros que son recomendados solamente en programas de chimentos. La autora Ana Rosenfeld es la abogada de personajes mediáticos por lo que se nota esa influencia en esos lectores”, señaló Fragapani. 

LOS JÓVENES, LOS MÁS LECTORES 

Respecto a las particularidades del público riojano, Linetzky puntualizó que “estoy sorprendido de la cantidad de jóvenes que leen, de 12 a 18 años, los padres vienen y nos dicen “es especial” cuando en realidad todo su grupo de amigos está leyendo. 

Todavía hay gente que dice “los jóvenes no leen” y eso es una estupidez y una total mentira, acá en La Rioja se lee mucho y más los jóvenes. Los chicos vienen fanatizados por cosas que leyeron en Internet, vienen a preguntarnos un mes antes sobre una novela que nosotros no sabemos ni que existe y que entra recién el mes siguiente en las novedades, están informadísimos y leen muchísimo y acá se instalan a leer. Eso es para resaltar de este año, en realidad los padres son los que no leen y les parece raro que sus hijos lean”. 

RECOMENDACIONES 

En cuanto a las recomendaciones de lectura para estas vacaciones, Fragapani expresó que “la literatura llamada de verano se leyó todo el año, “Cincuenta sombras…” es literatura de verano, en realidad la literatura de verano es la literatura best sellers, lo que más vende que es un lenguaje liviano, una trama que seguro tiene un cierre feliz al final entonces es un libro que al lector no le va a llevar más preocupaciones que sentarse a leer y disfrutar una realidad genial que no es la de uno, ese es el argumento del libro best seller o literatura de verano”. 

“Para recomendar depende de cada lector, puedo hacer una recomendación a nivel editorial y decir llevá “Cincuenta sombras…” porque al 99 por ciento de la gente le gustó, es decir a nivel números puedo decir llevá lo que más se vende. 

O puedo decir llevá algo realmente bueno desde mi punto de vista de lectora que te puede llegar a gustar como el último de Haruki Murakami “Los años de peregrinación del chico son color”. 

Es un autor que escribe bien y a la vez se vende bien pero no está catalogado como best seller porque no se lo lleva todo el mundo. Este año se reeditó también toda la obra de la Premio Nobel Alice Munro, son cuentos espectaculares, bien escritos, es una buena recomendación. Por otro lado un buen lector o un lector exquisito no va a elegir justamente lo que más se vende sino lo que conozca y le haga bien. 

En mi caso para vacaciones siempre busco libros que no puedo leer durante el año porque son demasiado pesados, o sea hago todo lo contrario, elijo un Dostoyevski para vacaciones porque sé que la cabeza no me da durante el año, pero ese es otro tipo de lector”. 

Fuente:
http://www.elindependiente.com.ar

Gracias Ale.


martes, 16 de abril de 2013

Comenzó el ciclo 2013 de escritores en Rayuela Libros & Café
"El mundo entero está a la vuelta de la esquina"

Cuando hablamos del mundo siempre le ponemos toda la cabeza al asunto, pero realmente no sabemos de qué estamos hablando. Así seamos aviadores, o las azafatas más viejas de la industria, no sabemos nada pero nada de lo que estamos hablando. Así y todo, hablar del mundo es la idea más trillada de la historia. 

El mundo engloba tu casa, engloba la casa de un amigo, engloba las Islas Canarias, engloba el dólar, la trata de blanca, los duelos de jazz, y engloba China. 

El mundo engloba los viajes de Odiseo, las conversaciones de Sherlock Holmes con Watson, engloba la cárcel en donde quedó Mersault, y la colección de discos de Rob.

La plaza, la catedral, las miles de palomas, las montañas, un paseo. El mundo entero está a la vuelta de la esquina. La librería te espera ahí, a donde nacen los mundos posibles, a donde nace la esperanza de que hablar de buenos libros sea, alguna vez, la idea más trillada de la historia.
Bienvenidos a nuestro granito de arena, bienvenidos al ciclo de escritores 2013: “El mundo entero está a la vuelta de la esquina”.





El viernes 12 de abril Selva Almada estuvo en la librería presentando "El viento que arrasa", y hablando de su vida literaria, junto a Adriana Grossi que supo introducir una charla muy amena con nuestros amigos y habitués, a quienes les agradecemos por apoyarnos y compartir con nosotros estos eventos. Los invitamos a ver el album de fotos y etiquetarse en : 

La siguiente entrega del ciclo es la presentación de "Lo que dicen cuando callan", de Alejandra Laurencich, recién editado por Alfaguara.
Acá va un enlace para que conozcan más datos de libro y de la autora, que ya estuvo el año pasado en nuestra librería presentando su revista de narrativa La Balandra.

El viernes 10 de mayo a las 20 horas Gustavo Contreras Bazán va a introducir la charla con Alejandra Laurencich. Más info en nuestro FB: 

Pasen y lean!





viernes, 21 de septiembre de 2012

Entrevista a MARIANA ENRÍQUEZ - Lo que tiene que reflejar la literatura.


Revolviendo en el archivo de Rayuela, encontramos un diálogo interesantísimo. Y para festejar la llegada de la primavera, aquí la creatividad, la frescura, los colores y... los muertos, de  MARIANA ENRÍQUEZ. En 2011 estuvo aquí en casa, Habló de Los peligros de fumar en la cama, habló de sus viajes, y de su mundo paradójicamente terrorífico e iluminador.

   
Entrevista - Por Daniela Sánchez E.

¿Podríamos hablar del nuevo estilo gótico argentino? ¿Reconoces pares dentro de este estilo?

No sé si podemos llamarlo así, pero sí es cierto que existe la tendencia hacia una literatura -sobre todo de cuentos y de mujeres- oscura, claustrofóbica, de terror, en toda America latina. Me sorprendió conocer escritoras con las que comparto, no sé si el mismo estilo, pero si las mismas obsesiones. En lugar del castillo, el encierro es dentro de su cuerpo, en un ambiente siniestro, macabro, es lo cotidiano volviéndose amenazante.
La escritora boliviana Giovanna Rivero tiene una novela sobre inmigrantes en Tucson, y todo lo que pasa ahí se relaciona con el trafico de órganos y problemas que tienen que ver con la zona de frontera, pero el tratamiento que hace ahí es casi de ciencia ficción, hay usurpadores de cuerpos, es rarísimo lo que hace, la base es claramente la inmigración. También recuerdo escritoras mexicanas, Magalí Velasco, o Mayra Luna -que es mas parecida a Samanta Schweblin. Tratan todo lo contrario a la niñez o a la maternidad romantizada. La chilena Lina Meruane, que sí está editada en argentina, por “Eterna Cadencia”, y tiene varios libros. “Fruta podrida” es uno, y tiene otro libro de cuentos, que tiene historias de niñas, con una estructura de cajas chinas, a lo Ítalo Calvino, como de juego, pero los cuentos son absolutamente oscuros. Ella me dice que pensó claramente sus cuentos desde el ser una niña que crece en ese Chile de la dictadura de Pinochet, cerrado, represivo. Son Mujeres que encontré en un encuentro de escritoras.
 También se publicó una antología de cuentos de mujeres argentinas que se llama una terraza propia, y la mayoría de los cuentos tienen un clima que más que antología de mujeres parece de terror. Es extraño. Tal vez hay lecturas en común, o un tronco de experiencia común, no se como llamarlo que hace que se desborde naturalmente hacia ahí.
Son  difíciles de conocer estas literaturas, porque es difícil conocer a otros escritores latinoamericanos, las editoriales no los distribuyen. Conoces primero a un español o europeo que a un latinoamericano.

Lo sórdido es una constante en tu literatura ¿Es un camino para llegar a otro lado?... ¿Es un fin estético en sí mismo?

En principio, es un fin estético en sí mismo, pero también intento usarlo como un artificio. Mis otras novelas también se desbordan en lo mórbido. La segunda “Como desaparecer completamente”, es casi Naturalismo. Naturalismo a la antigua. Lo uso como artificio para decir lo que tengo que decir a través de un género en un caso, o de un estilo en otro. Para mi es divertido, estéticamente placentero, a otros les puede producir rechazo, pero a mi me gusta.
Me resulta más fácil decir la verdad a través de ese artificio. Si fuera buena para hacerlo quizás lo haría desde el humor, o desde un estilo mucho mas codificado como el policial, pero es a través del desborde como yo encuentro ese camino.



Decías en una entrevista que no encontrás el anclaje real de lo literario en los juegos del lenguaje ¿Entonces cual es el eje?

Quise decir que hay cierta literatura argentina que es básicamente irónica que hace juegos de palabras, o que tiene un concepto irónico. Si pienso en ejemplos te digo Cesar Aira, que más allá de que me guste o no, es un artista contemporáneo. Su proyecto literario implica muchísima producción, poco corregir y argumentos disparatados. Esa tendencia hacia lo vanguardista no me gusta, no me gusta Coppi ni Lamborguini, ni los escritores que trabajan exclusivamente con esos juegos del lenguaje. A eso es a lo que no le encuentro un anclaje literario. Me produce el mismo asombro que un juego de ingenio. Yo soy bastante antigua, todavía creo en los grandes géneros. Y creo que también hay una gran riqueza literaria en la crónica periodística, cuando esta hecha como debe hacerse. Esa literatura tan pegada a una vanguardia un poco hueca; no veo un movimiento que la acompañe para que pueda justificar esa escritura. Ni tampoco veo un movimiento importante en este sentido. ¿Por que nos estamos riendo de esto? no lo entiendo. Creo que tiene que ver con una cuestión que es aceptable en el canon académico. Básicamente de la UBA, y como es la universidad central es la que marca tendencias. Yo digo que si mañana viene alguien y lee los apuntes de la UBA va a creer que los escritores más importantes son Lamborguini, Aíra y quizás Coppi. Es arrogante. No lo noto literario.

¿Pensás que tu opinión es la excepción o la regla dentro de la comunidad literaria que frecuentas?

Creo que es la regla pero es políticamente incorrecto decirlo en voz alta, también se evita generar conflictos y además no tienen tanta visibilidad. Los escritores que tienen más circulación no tienen que ver con esos nombres. Pablo Ramos, Claudia Piñeiro, Liliana Hecker, Martínez, Samanta Schweblin, Sergio Olguín, hay muchísimos autores que no hacen eso pero son los que tienen menos paginas en los suplementos culturales, o en los Blogs, o en la discusión literaria. Hay un punto en el que es un problema académico, como yo no vengo de la academia, entonces que hagan lo que quieran.

Otra constante en tu obra es el miedo a crecer ¿Tiene que ver con la perdida de la imaginación, o de lo fantástico, frente al pragmatismo del mundo adulto?

Puede ser un poco el miedo a la muerte, al fin, y sobre todo es tratar de mantener ese estado que para mí es un estado de riesgo, de inconciencia, mas desafiante, mas colorido, sobre todo mas libre, mas loco, mas experimentador. Desde la conciencia, desde cómo lo idealizo literariamente, y además en general, yo tiendo a leer escritores que tienen el mismo mambo, Pizarnik, Ocampo, y también leo bastante literatura juvenil, porque me gusta. En mi infancia disfrutaba del reino de lo fantástico como escape. Supongo que viene por ahí. Pero el miedo a crecer de las mujeres creo que tiene que ver más con el tema del cuerpo de la mujer, de la eterna juventud, con los mandatos sociales.



¿Que literatura contemporánea te gusta?

Me gusta mucho Cristian Alberti, cordobés. Sonia Budassi, tiene una mezcla entre crónica y ficción, tiene cuentos muy caóticos, me gusta. También Samantha Schweblin. Pero en general me gustan más caóticos, ella es muy estructurada y eso se nota, aun en cuentos caóticos uno ve la estructura, me termina dejando un poco fría pero tiene algo inquietante que me gusta. También Federico Falco y David Voloj -otro cordobés-.

Hay dos cuentos, “El carrito” y “Cuando hablábamos con los muertos” donde tocás temas políticos, pero con una inflexión que los deja entre líneas, como hiciste para que lo político no se comiera lo literario?

Yo quería usar política en un cuento de terror. Porque me parece que no se hace mucho, pero quería que quedara dentro del género, no quería que hablara de un caso. Podríamos tomar de la crónica política argentina millones de historias de terror. Pero quería que quedara dentro del género. En “El carrito” por ejemplo, yo no sitúo ese barrio, ni la época, si queres creer que es la crisis del 2001, o la hiperinflación, o si es una maldición de ese barrio en particular porque son gente de clase media que tiene terror de ser pobre, pero aun hoy puede funcionar. Yo defiendo lo literario en ese sentido, no son mis opiniones, no creo que deba castigar a la clase media por su tilinguería o por su miedo a la contaminación por el pobre, ese día apareció eso y es como un sentimiento legitimo. Lo mismo con “Cuando hablábamos con los muertos”, el otro día lo decía en la charla: mi generación vivió la posdictadura con la liberación de la información, la información que te llegaba siendo chico era terrorífica, entonces era eso lo que tenía ganas de procesar. Entonces lo político ahí era secundario, porque era una sensación de miedo causado por lo político, pero no quería hacer un cuento sobre los fantasmas de la ESMA. Primero, porque eso suele dar mala literatura, y además porque a eso lo puede hacer la crónica mucho mejor, llamando a un cronista y que hable con los vecinos. Lo que tiene que reflejar la literatura es algo espiritual… no me quiero poner mística.
O por ejemplo, una de las chicas dice que quieren encontrar los cuerpos para llenarse de plata. Personalmente tengo una postura muy seria sobre el tema, me cuesta salir del discurso solemne, por mi educación, por el lugar donde trabajo, y eso es otra vez la fuerza de la literatura, pongo en boca de una chica algo que yo jamás diría, ni pensaría, aunque quizás necesitaba liberarme de eso.

Decías que uno de tus mayores desafíos fue ponerte bajo la piel de otra mujer que no seas vos.

Totalmente. Me costo muchísimo, en mis dos novelas la mujer protagonista, en una casi no habla, en la otra no habla porque no puede físicamente, hay dos viejas locas estereotipadas pero hay dos chicas que aparecen muy poquito, que no se parecen a mi, pero las deje muy en segundo plano, porque en cuanto las dejaba crecer comenzaban a hablar como yo. Entonces me dije: ¿Como puede ser que no pueda escribir mujeres?
Yo escribo columnas de opinión, estoy acostumbrada al discurso autorreferencial y conozco mi voz. Pero no quería que esa fuera mi voz literaria, me volvía loca. Entonces comencé a trabajar en cuentos, porque tienen un formato más manejable, más corto. Me frustra menos si eso me sale mal. Y ahora estoy escribiendo una novela con chicas y más o menos sale, ya me preocupa menos.

Decías que en EEUU la tortura es uno de los disparadores del terror. ¿Y en Argentina?

También, pero no en ficción; nadie se animo todavía. Salvo en Ficciones testimoniales como en “Garaje Olimpo” por ejemplo. En cambio en EEUU, lo usan en “El juego del miedo”, “24”, “Hostel”, en diferentes escenarios. Me parece bien que no lo usemos, creo que ellos tienen un modo de procesar a través del consumo cultural, de la cultura pop, sus taras e incluso sus mandatos políticos. Por ejemplo en “24” era para naturalizar la tortura. Es un modo de hacerlo aceptable, porque se mete en los géneros populares como en el terror y las series televisivas de acción. Me parece perfecto que acá no se haga, tiene que ver con la solemnidad de la que te hablaba, me parece que hay que mantener cierta corrección política.

¿Ves algún disparador del terror, como una constante en Argentina o Latinoamérica?

Creo que con la crónica. La crónica latinoamericana es consistentemente buena: Leila Guerrero, Daniel Vera, hay un montón de buenos cronistas. Creo que es como se proceso e incluso en Méjico, por ejemplo “Huesos en el desierto”, sobre los asesinatos en Ciudad Juárez, que luego terminó siendo el libro de consulta de Roberto Bolaño para “2666”. Hay una retroalimentación evidente. Lo que hace después Bolaño con eso es increíble. Ahí hay una manera de procesar de los latinoamericanos que funciona muy bien.
Hace poco leí una novela extraordinaria sobre una familia dominicana en EEUU, de Junot Díaz, que es dominicano, sobre una familia que crece bajo Trujillo. Se llama “La maravillosa y breve vida de Oscar Wao”, y después leí otro libro de cuentos de Daniel Alarcón, sobre la lima de los 80 bajo “Sendero luminoso”. Lo curioso es que los dos viven en EEUU y escriben en Ingles. En cambio acá no se escriben muchas menos novelas que traten lo político así. Como si esa distancia se los permitiera. Acá se trata desde la crónica, la novela histórica o la poesía.

Hablabas de la Psicogeografía, de aquella teoría sobre la autopista 25 que para Tacher, era una especie de círculo de la bruja y demás…

Si, a mi me gustan porque son unos locos y por eso ya me caen bien. Iain Sinclair y Chris Petit hablan de la memoria de las ciudades, que repiten los hechos traumáticos y que es posible exorcizarlos. Es muy divertido. Ellos creen que Tacher hizo al rodear Londres con la Autopista 25, que es como la Panamericana, y ellos lo relacionan con el Rey Brand, un Rey mítico que tenia la cabeza bajo la Torre de Londres, y la idea es que mientras siguiera así, nadie iba a invadir Inglaterra.
Me atrae mucho la idea, escribí una columna para Uruguay sobre eso. Por ejemplo, caminaba por la Avenida 25 de Mayo, y estaban haciendo excavaciones donde funcionó un campo de concentración y me contaron una historia en esa zona. En la que en una casa, depende de la luz, podes ver la silueta del hombre, el ex dueño de la casa que se ahorco cuando le cortaron la casa para que pasara la autopista. Como idea literaria la psicogeografia es eso: encontrar en la ciudad esas marcas que son escalofriantes, pero cuando te metes un poco más hablan de un trauma mas profundo.

Como periodista cultural decías que no había que anclarse en la agenda cultural…

Seguro, tiene que analizar fenómenos culturales, establecer relaciones, tendencias, no quedarse en la agenda, que tiene que estar, pero hay que hacer un esfuerzo más. Por ejemplo: Si se estrena una versión de “Un tranvía llamado deseo” de Tennesse Williams. A la reseña la tenes que hacer, pero podes ir mas allá, en Argentina la unión civil es ley entonces habrá que analizar si es verdad que cambio el icono gay trágico de Tennesse con la nueva positividad gay en el País. Para ser buen periodismo cultural, te tiene que llevar más allá. Pero el problema en general no es del periodista sino del editor.

¿El problema entonces será un prejuicio sobre el consumo de masas?

Sí, y además porque es mas fácil y mas barato. Porque para pagar una nota de calidad el que escribe tiene que ser idóneo y tiene que tener tiempo. Lamentablemente el buen  periodismo se mueve dentro de una cadena de desinversión.


¿Cual es tu visión sobre la crítica literaria?

Primero hay que diferenciar el reseñismo de libros de la crítica literaria. Pero si un académico hace reseñas tiene que pensar como periodista, tiene que ser comprensible para la media, pero sin tratarla de tonta. El reseñista tiene que ser buen lector. Bien informado y en lo posible leer otros libros del mismo autor. Es básicamente una conversación entre lectores.

Decías que si sos mujer cuesta mas que te tomen en serio, que la mayoría de los editores son varones y que te interesa actuar políticamente para cambiarlo… ¿Cómo?

Hablando del tema. Haciendo visibles estas cosas. Las escritoras que dicen otra cosa creo que han tenido buena suerte, como yo, que soy subeditora del suplemento cultural de “Radar”, pero soy una excepción. Hay un ejercicio interesante: mirar los suplementos culturales y analizar la proporción de reseñistas o periodistas mujeres. Mirar “ADN”, “Ñ”, “Radar”, “Inrocuptible”, en la última no hay ninguna mujer, en “Rolling Stone” hay una, en radar somos tres, pero una sola estable. Más allá del número hay que mirar la proporción: de 45 hombres hay dos mujeres, esto no es casualidad. Quizás las mujeres que publican son menos, esta el tema de la visibilidad. 
Y las diferencias entre literatura femenina y masculina se diferencia por las condiciones de producción y en la línea discursiva. Y si alguien me pregunta, lo que hago es poner el prejuicio en el otro: por qué vos crees que tengo que escribir sobre el amor, hijos y cocina ¿Porque se supone que son temas femeninos? Esos también son temas masculinos.

¿Aún sigue en pié tu proyecto de escribir un libro sobre cementerios?

Si, claro. Desde que tengo uso de razón visito cementerios, y saco fotos. Entonces la idea es hacer como una crónica de viaje pero que tiene como eje los cementerios. En Cuba, en Perú y ahora también estuve en el de Catamarca.


Daniela V. Sánchez. E.

Para “Rayuela”,  Mayo 2011  



miércoles, 28 de marzo de 2012

Sylvia Iparraguirre inaugura "Precipicios entre lilas"


Tenemos nuevo ciclo!
"Precipicios entre lilas", nuestro ciclo de escritores 2012, abre con la visita de Sylvia Iparraguirre.

Pano Navazo la presenta ante ustedes, la entrevista, y le trae un elenco de gente para que teatralice un pedacito de "La orfandad", su más reciente novela.
Para agendar: Viernes 13 de abril. 20 horas.


Sylvia Iparraguirre nació en Junín, Buenos Aires, en julio de 1947. Es egresada de la carrera de Letras de la Universidad de Buenos Aires, lugar donde trabaja desde hace
muchos años. Formó parte de la revista literaria El Escarabajo de Oro y fue cofundadora de la publicación que la continuó: El Ornitorrinco. Publicó tres libros de cuentos:
En el invierno de las ciudades (1988, Primer Premio Municipal de Literatura), Probables lluvias por la noche (1993) y El país del viento (Alfaguara, 2003), que fueron reunidos en el volumen Narrativa breve (Alfaguara, 2006), y el ensayo Tierra del Fuego, una biografía del fin del mundo (2000, Premio Eikon 2001). Es autora de las novelas El Parque (1996; Alfaguara, 2004), La tierra del fuego (Alfaguara, 1998), que obtuvo un resonante éxito de crítica y ventas, y El muchacho de los senos de goma (Alfaguara, 2007). Fue traducida al inglés, francés, alemán, italiano, holandés y portugués, y recibió el Premio de la Crítica a la mejor novela (XXV Feria del Libro de Buenos Aires, 1999), el Premio Club de los XIII y el Premio Sor Juana Inés de la Cruz (México, 1999). En diciembre de 2010 publicó por Alfaguara "La Orfandad" .

La orfandad es la entrañable historia de amor de dos seres solitarios, pero es además el relato de los modos de relación propios de un pueblo rural que deja oír las voces de sus habitantes y el imperioso rumor de los cambios que trae el avance del siglo.
Comentario: En 1926, un convicto llega a San Alfonso a cumplir su condena; una chica vive allí la incógnita de su historia. Sonia R
eus y Bautista Pissano recorren caminos distintos que terminarán confluyendo en las calles de San Alfonso: la causa anarquista marca la vida de Pissano; la carencia y la búsqueda, la de Sonia. La orfandad es la entrañable historia
de amor de dos seres solitarios, pero es además el relato de los modos de relación propios de un pueblo rural que deja oír las voces
de sus habitantes –un universo de personajes visibles y anónimos, con sus peripecias y sus sencillas mitologías– y el imperioso rumor de los cambios que trae el avance del siglo. Esta notable novela recupera la pasión por narrar un mundo que sigue siendo el nuestro: una Argentina interior, donde se gestaron las realidades y los mitos que acompañarían nuestra historia contemporánea. Explorando la dimensión política en lo hondo de los personajes, este nuevo relato de la autora de La tierra del fuego muestra cómo el amor puede transmutar la pérdida, el abandono o la opresión. Y confirma el lugar privilegiado que entre nuestros narradores ocupa Sylvia Iparraguirre, quien nos entrega en este libro una de las más conmovedoras y hermosas historias de amor de la literatura argentina.

Para chusmear un poco más sobre sus novelas, relatos, y sobre ella, que además de todas las cosas maravillosas que hace, consiguió el amor de nuestro adorado Abelardo Castillo, tiene su página oficial:

Los esperamos el viernes 13!

lunes, 27 de febrero de 2012

Entrevista a Claudia Piñeiro - "Hay cosas que sólo entendés cuando las escribís".


Hace un tiempo, en noviembre de 2010, Claudia Piñeiro visitó nuestra librería en el marco del ciclo Los Responsables. Fue presentada ante nuestro público Rayuelesco por Victoria Ferrara. Habló de su literatura y de su vida, como mujer, como madre, como lectora, como escritora de policiales hechos película, entre otros temas y asuntos de escritor. Apenas unos días después de visitar La Rioja, la escritora recibió el premio Sor Juana Inés de la Cruz en Guadalajara.


Esta entrevista pertenece a esa época, a esos días y esas horas, en las que estuvo a disposición para que la molestáramos con nuestras preguntas de lectores impresionados.
Daniela Sánchez, una fiel lectora y amiga de la casa, se acercó a ella, tanto como a otros escritores que pasaron por aquí, con un par de preguntas interesantes a las que la escritora respondió con la claridad y predisposición que la caracterizan:

¿Cuál fue el punto de quiebre que te llevó a dejar diez años de profesión de contadora para dedicarte plenamente a la literatura?

Había llegado un momento en el que decidí hacer lo que quería hacer. Creo que cuando uno tiene el deseo de hacer algo, se llega al punto en el que todo eso en algún momento explota, lo ideal es que explote de la mejor manera. Decidí buscar la manera de dedicarme a la literatura, antes de explotar.

¿En el proceso de creación literaria predomina la posibilidad de crear nuevos mundos o la posibilidad de exorcizar los propios demonios? ¿Tiene una esencia lúdica o se parece mas a un mecanismo de supervivencia?

Quizás las dos cosas, uno quiere reinventar nuevos mundos, pero en esos mundos aparecen vestigios de la propia vida. Uno se descubre reescribiendo cosas para poder tolerarlas, o inventando ficción para entender. Hay cosas que solo entendés cuando las escribís. Descubrí que a veces escribía para mis personajes situaciones, sin la clara conciencia de que me estaban pasando a mí. Quizás uno va a buscar la ficción a ese lugar inconciente al que es difícil llegar salvo desde la escritura.

Julio Cortazar tenia una visión poco académica de estilo decía que “Si tienes algo que decir y no lo dices con la precisión que debe ser dicho, de alguna manera no lo dices o lo dices mal”. Con este criterio ¿Claudia Piñeiro sigue buscando su estilo o ya lo encontró?

Uno esta todo el tiempo buscando una voz, yo creo que básicamente escribir una novela es buscar una voz. La novela se arma con la historia de los personajes, la voz y el tema. Luego hay cosas que uno reconoce como muy propias, pero por ejemplo en “Elena sabe” yo intente cambiar mucho mi voz, es una novela relacionada con la enfermedad, por lo que busque una voz mucho mas trabada, mas repetitiva, porque me parecía que solo esa voz podía acompañar a un cuerpo enfermo. La búsqueda de estilo tiene que ver con la de la propia voz, pero también con la de la historia que estas contando.

Tu versatilidad como escritora de guiones de televisión, cuentos infantiles, obras de teatro, novelas, cuentos, ¿ha sido una búsqueda de tu lugar dentro de las letras o son caminos paralelos?

Es una búsqueda, pero eso no implica quedarte con un sólo camino. En el caso de los guiones de televisión yo lo tome como un oficio, como la faceta de escritora que te permite mantenerte, y lo que diferencia a la novela del teatro es, ante todo, la soledad del escritor, ya que cuando terminas una obra de teatro se genera un trabajo en equipo con el director y los actores que a veces te lleva reescribir parte de la obra si ves que algún dialogo no funciona.

¿Pensás como Virginia Woolf y Liliana Hecker que no se puede hablar de literatura femenina como tal, con caracteres propios o cree que si es legitimo hacerlo?

Creo que no existe la literatura femenina o masculina, que la literatura es una sola. Si creo que hay una mirada femenina. Pero creo que también reaccionamos frente a ciertas preguntas de género que básicamente son despectivas. ¿Por qué a los hombres no les preguntan sobre literatura masculina si también se origina en la mirada de un hombre? Creo que tienen que ver con la imposibilidad de los hombres de armar el universal a partir de lo femenino.

Que significó para vos que una de tus obras (“¿Cuanto vale una heladera?”) participara de “teatro por la identidad”?.

Me pasaron muchas cosas lindas, primero que es la primera de mis obras que se pone en escena, que haya sido en “Teatro por la identidad” que me pareció un proyecto impecable, sumado al desafío de abordar el tema de la identidad como valor pero desde el humor, ya que este año las abuelas habían pedido obras que hablaran de la identidad como valor, de otro modo no podría haber hablado de la búsqueda de las abuelas desde el humor.

¿Te parece que los concursos cubren un vacío instucional como único modo de acercar a los escritores con los editores?

Creo que si, yo me inscribía no solo con el afán de ganar sino de quedar como finalista porque tenía más posibilidades de que fuera leída por los editores.

¿Como ves la literatura Argentina hoy, considerando que podes ver el espectro desde varios géneros, como escritora y como jurado?

Me alegra ver que hay mucha gente talentosa escribiendo y creo que la aparición de nuevas editoriales independientes permitió que los conociéramos. Me gusta una serie de escritores que escriben de un modo descarnado, sin proteger al lector de lo que lee, cosas que le cuestan pero que no puede dejar de leer. Creo que hay más libertad con respecto a la crítica y a la academia sobre los criterios de que se debe o no escribir.

Esta es la primera de una serie de entrevistas hechas por Daniela Sánchez para Rayuela, que se publicó por primera vez en la Revista Numeral. ¡Gracias Daniela!

Continuará...












miércoles, 16 de noviembre de 2011

Un cuento de Mey, Luis Mey



Mey se acerca, y sus libros ya están yendo y viniendo por La Rioja. Sus cuentos andan por ahí también, en Facebook y en otros sitios. A nosotros nos gustó este para hoy, y se lo robamos. Que lo disfruten.












El tiempo que queda para entendernos
de Luis Mey

La mañana de su décimo sexto cumpleaños comenzó como el anterior: sin torta, sin regalos, confundido –superando aquello la circunstancia de la edad– y sorprendido. Su madre, Silvina, lo despertó con agua sobre la cara. Apoyadita. Era igual que tirarla, pero no. Duraba más el vaso.

–A la antigua –le dijo.

Eran las diez de la mañana. Sol. Perros que peleaban. Alguien que pedía silencio más allá de la medianera. Le vació hasta la última gota.

–¿Pasó algo? –Juan, atento al miedo de todos los días, se secó la cara con la sábana y se levantó. Mientras antes terminara el suceso, más rápido podría ser menos infeliz, pensaba.

–Andá a hacer mandados. Tomá la lista. Al jamón, miralo. La verdura, y hacelo, decile que es para mí, que sino te caga el boliviano.

–Sí, ma.

–Y –aquí la sorpresa para Juan–, por favor, no me compres toallitas.

Eso terminó de despertarlo. Ni siquiera se animó a tomar el desayuno. Fue directo en busca de su patineta y no la encontró.

–Ma, ¿dónde está mi patineta?

–La rompí. Ya es tiempo de que te comportes como el hombre de la casa. Si no te gusta, te podés ir con tu padre, si es que lo encontrás. Andá a hacer las compras, carajo. Son más de las diez.

Juan se peinó con la vergüenza de siempre: dieciséis años y entradas por toda la cabeza. La chica del sábado que le rompió el corazón le había dicho a su amigo: me gusta el pelado. Y él, de ningún modo, se sentía pelado. Más tarde, la chica que le rompió el corazón le dijo a Juan, después de besarlo un rato: me gusta tu amigo. Y se fue con el amigo.

–¿Puedo comprar mayonesa?

–Hacé lo que quieras, si te alcanza. Si no te alcanza, lo llamás a tu padre y le pedís más plata. Si lo encontrás. Fijate en Brasil, capaz. Le gustaban las negras… No es problema mío. Ya sos un hombre. Fijate. Al fin y al cabo, ¿Qué soy? ¿La boluda?

Se puso la campera y salió. Había creído que era un día soleado, pero una nube pasó como un colectivo secuestrado y le bañó la cara con el viento de agosto y el agua de Santa Rosa. Dio unos pasos, entró en su casa y tocó la puerta.

–Pasá –dijo su madre–. Agarrá el paraguas.

Su hermana Guillermina, de once años, chillaba desde el fondo de la casa.

–Ahí la tenés a la otra. Andá.

–¡Ma! ¡Ayuda! ¡Ayuda, urgente!

Pero corrieron los dos. Juan quiso entrar primero pero Silvina lo agarró de los pelos.

–¡Es el cuarto de una señorita!

Juan se quedó tocándose la cabeza. Le aterró la idea de que el pelo arrancado por su madre no volviera a crecer. Ya no había, desde la separación –nueve años y seis meses–, fotos del padre. Desconocía si él, tal vez, había perdido el pelo y si le esperaba el mismo destino.

–Escuchame –dijo Silvina unos minutos después. Salió pálida del cuarto de su hija.

–Me lastimaste la cabeza…

–Hacete hombre de una vez. Mirá: sí, comprá toallitas. Cómo será…

–Me dijiste que no compre…

–¡Bueno, comprá! ¿Sos tarado o estúpido?

–Me gustaría una tercera opción…

–¡Te voy a dar! Hoy te ponés a buscar trabajo –ordenó.

Juan salió corriendo al mercadito de la vuelta. El paraguas roto le marcó el camino del agua hasta su espalda; cuando lo dio vuelta, hacia sus pies. Feliz cumple, se dijo. Y, después de saludar al boliviano de la verdulería de al lado, entró en lo del tano.

–Hola –y le entregó la listita de la madre.

–¿Doscientos de jamón dice acá? –preguntó la mujer del tano, con sus setenta años, atendiendo siempre con la misma falta de visión.

–Sí. Lo de siempre.

–¿Tu viejo? –preguntó.

–Bien. Ahí anda.

La madre, claro, nunca había contado la ida del padre. Y si alguien se llegaba a enterar, Juan sería el culpable de mudarse sin aviso del barrio. Pensaba en dónde estaría su padre, por qué nunca hablaban del suceso –ni siquiera lo había visto partir, y su hermana apenas lo conocía, apenas tenía un recuerdo de una canción de cuna muy particular sobre un oso borracho que cazaba mariposas–, cuando entró el señor Morabia, su vecino.

–Juan –saludó.

–Buen día, señor Morabia.

La señora le juntó el pedido de la lista a Juan y se lanzó sobre el señor Morabia. Juan, que siempre recibía afecto de parte de la señora del mercadito, se quedó esperando el saludo. Pero no hubo, y tuvo que escuchar lo siguiente:

–¿Cómo está la nena?

–Ya está en casa. La estamos disfrutando el resto que le quede.

–Cualquier cosa, Morabia…

–Estamos bien. Ella está contenta. Es raro todo…

–Me siento tan impotente… Todos la vimos crecer…

Se quedaron parados y miraron, entonces, a Juan, que ahí estaba: quieto, petrificado.

–Andá, Juancito. Andá, querido. ¿Faltó algo?

Juan miró la bolsa y el vuelto.

–Mayonesa y toallitas.

Le tiró un paquete de cada cosa en la bolsa y lo empujó a irse. Tenía que hablar de ciertas cosas con el señor Morabia quien, al paso, le revolvió los pelos y le dejó el saludo de siempre: que Dios te bendiga. Cuando volvió y dejó las cosas, la madre vació la bolsa sobre la mesa y corrió al cuarto de la hermana con el paquete de toallitas.

–¡Guillermina! Te voy a enseñar…

–¿Ahora me vas a enseñar…? –reclamó la nena.

–No le grites a tu madre. Escuchame bien que es una boludez. Ya sos una mujer, che.

Su hermana lloraba y su madre, temblando nerviosa, cerró con un portazo. La nota aguda en sus oídos le recordó a Juan que tenía todo el día por delante y, si tenía suerte, su madre no se acordaría de hacerlo buscar trabajo. Salió al jardín para saludar a su perro y lo encontró mordiendo una rueda de su vieja patineta. Le quitó un cigarrillo a su madre y corrió a su habitación. Era su primer cigarrillo. Estaba dispuesto a hacerse hombre.

Cuando el señor Morabia volvió a su casa, su esposa, Leticia, lo tomó del brazo en la puerta, asustada y apurada y lo arrastró hasta la cocina.

–Ricardo, recemos. Te lo pido.

–Leticia, ¿qué pasó? No me digas…

–No. Está bien. Pero no subas. No te puedo contar lo que la encontré…

–¿Pero está bien?

–¡Sí! Está bien. Muy bien. Pero recemos.

–¿Qué pasó?

–¡Dame un padrenuestro, nada más, carajo!

–Está bien.

Rezaron un padrenuestro tomados de la mano y después Ricardo insistió.

–No me asustes más así. Decime qué viste.

–Cosas de chicas. Chicas de ahora. La agarré… Y yo que subí con la sopa y las pastillas y se me fue todo al piso. ¡Y ella como si nada, Ricardo!

–No quiero saber. Pero ya me dijiste…

–Y otra cosa…

–Sí, mi amor.

–Hoy ovulo. ¿Qué hacemos?

–Ya te dije. Es… enfermo… con Soledad como está…

–No me quedan muchos años, te ruego…

–No me pidas…

Soledad gritó desde su cuarto. Corrieron los dos nerviosos –los últimos seis meses habían sido iguales, corriendo, llorando y corriendo más, preparados para recibir noticias, pero nunca preparados para masticarlas– y subieron trastabillando la escalera que alguna vez había estado encerada y hacía patinar a cualquier desprevenido.

–Papá, mamá…

–Nena…

–Mamá. Ya viste. Perdón por el susto.

–Te perdono. Vos rezá. Haceme el favor.

–No voy a rezar. Decidí hacerles un pedido. Quizá el último pedido. Uno mío. Y lo quiero.

–Decinos. Lo que quieras…

Lo dijo, la madre se desmayó y el padre escupió: “Justo a Juan, mirá vos: hoy lo vi en lo de los tanos”.

Sonó el teléfono y Silvina le pidió a los gritos que atienda. Juan bajó corriendo.

–¿Juan? –preguntó una voz.

–Sí. ¿Quién habla? Mi mamá está ocupada –dijo. La voz se rió.

–Juan, soy tu padre. Llamaba para desearte feliz cumpleaños.

Juan empezó a llorar mudo.

–Gracias, pa –intentó ser natural, pero le dolió solamente intentarlo y que saliera su llanto en un tubo de teléfono.

–Estoy cerca, ¿sabés? Bah, a un par de horas. Ojalá tengas ganas de verme, ¿sabés? Ahora puedo ir. Ya me lo dijo el abogado. Tu madre no me puede impedir más verlos a ustedes. Me gustaría que atiendas vos cuando suene, ¿sabés?

–Sí, papá.

Su madre, de repente, agarró el teléfono. Le pegó un manotazo que le dejó la oreja rosa por un par de días. Cubriendo el auricular, le dijo a Juan:

–¿Es tu padre? Andá para allá.

–No.

–¡Andá para allá!

Lo insultó, le reclamó, se calmó y, de repente, se enfureció un segundo, o menos, y entonces se puso a llorar a gritos y a decirle que no era cierto, no ahora. Le dijo que su hija, justo ese día, ya podía ser madre, si quería. Y que, casi como si lo hubiera calculado, ella, Silvina, ya no podría. Podría adoptar los que dejaste tirados por el mundo, sugirió, y se rió y lo insultó y volvió a llorar.

–Tomá. Hablá con tu padre. Recordale la deuda.

–Papá, hola. Me dice mamá que te recuerde la deuda.

–Hola, Juan –y se rió–. Dejá que en eso estoy en regla, ella lo sabe. ‘Cuchame: vas a tener un hermanito. Uno de estos días te llamo y arreglamos y te cuento. Vamos, Juancito, eh. Sos un hombre.

–Sí, hoy empecé a fumar.

El padre dijo algunas cosas, confundido, y cortaron.

–¿Viste? Vas a ser tío, casi. Un hermanito chiquitito ahora que sos grande. Y yo, justito, hoy ya sé que no… Y tu hermana, justito, también…

–No entiendo…

Sonó el timbre. La madre miró por la ventana del costado y vio parado y rascándose la cabeza a su vecino, el santurrón, el señor Morabia.

–Es tu vecino. No sé qué quiere. Traeme una servilleta que me limpio la cara. Es por culpa de él, para que sepas, que no puedo hablar de mi separación. Por iglesiero, para que no me digan la divorciada. Esos son así…

Le alcanzó el repasador sucio de la cocina y Silvina se lo pasó por la cara. Pensó en voz alta, respiró profundo, abrió el cajón de living y revolvió hasta encontrar una caja rota con maquillaje. Juan siempre descubría maquillaje viejo por toda la casa.

–Te quedás acá adentro –ordenó. Y salió–. Señor Morabia, ¿lo puedo ayudar en algo?

–No quiero interrumpir sus tareas, Silvina…

–¡No! No, para nada. ¿Quiere pasar?

Juan conocía a su madre y entendía que aquello había sido una pregunta retórica, pero el señor Morabia comentó que era justo lo que necesitaba. Era un tema sensible, avisó. Pasó y Silvina, apurada, levantó las cortinas siempre bajas, arregló la mesa ratona y mandó a Juan a sacar las tazas de té. Juan encontró una taza de Superman y otra de Hello Kitty. Esas eran las tazas de té, al menos para él. Su madre se acercó y vio la tarea.

–¿Sos tarado o estúpido?

–Me dijiste…

La madre chistó y sacó el otro juego de tazas. Se acercó al vecino y se quedaron conversando. Juan tomó otro cigarrillo y, entre pitadas en el jardín, le quemó las garrapatas con la brasa a su perro que, furioso, le arrancó parte de su pulóver favorito con el segundo tarascón.

Al rato, la madre lo llamó.

–Juan. Hoy es un día… complicado… Sentate. Tenemos que hablar. Yo te avisé: hoy te hacés hombre, te guste o no.

–¿Y el señor Morabia?

–Ya lo vas a ver.

En la casa de al lado, mientras tanto, Morabia subía las escaleras para hablar con su hija. La madre seguía atacada. Había tomado unas pastillas, pero aún no hacían efecto. No quiso, de todos modos, moverse de su cama. Su hija enferma ya no podía ser la prioridad: a no ser, gritaba, que quisiera que se fuera con ella.

–Hablé con la madre, corazón –dijo el padre.

–Lo que quiero saber, papá, es si me entendiste.

–No entiendo nada. Quiero creer que es tu vida.

–Tengo catorce años, papá. Y… si tuviera más tiempo.

–Eso es lo que me cuesta entender.

La abrazó y lloró. Su madre lloraba, también. Lejos. En otro cuarto. Pero lejos.

–Yo la entiendo a mamá, pa.

–Yo no. Pero nos queda tiempo para entendernos. A vos no.

–Y que sea así de religiosa…

–Ya se le va a pasar.

–Dale otro hijo, pa. Todavía pueden. Yo los escuché.

El padre la miró y volvió a llorar.

Su amigo del colegio –que había dejado pocos meses atrás– lo llamó a primera hora de la tarde. Volvía a llover. Volvía a parar. Se mantuvo nublado siempre que paró. Así habían sido todos sus cumpleaños.

–¿Y qué te regalaron, pibe?

–Nada. Te tengo que contar algo.

–Contá. A ver si pasa algo interesante en tu puta vida.

–Hoy la pongo.

–¿Cómo sabés? ¿Vas a una puta?

–No. Mirá. No entiendo. Vino el vecino. Tiene una hija de catorce años. Se sentó con mi vieja y le pidió que la hiciera debutar. Así de fácil.

–¿Cuál es la trampa?

–Ninguna. Y está buenísima.

–Claro. Ninguna…

–¡Ninguna! Voy, subo, la pongo y me vuelvo.

–¿Y eso?

–Hoy. A las siete.

–¿Te vas a aguantar la paja?

–No sé.

Morabia le había contado a la madre de Juan. La madre de Juan sintió un profundo vuelco en su corazón y decidió no contarle a su hijo la razón del pedido de su vecino. Lo mandó y volvió a bajar las cortinas, como antes, como siempre. Ahora tenía que pensar en su instante: su hija menor empezaba a usar toallitas justo en ese tiempo, justo cuando ella dejaba de usarlas. Y su ex marido iba a ser padre. Podía hablar con el abogado, sólo que, entre visiones de lo suyo, al lado –inevitablemente– una chica de catorce años estaba muriéndose. Tiró el paquete de toallitas contra la pared. Lo vio rebotar, caer al piso y picar un par de veces. Pensó en reventar la tasa de Hello Kitty, pero tenía menos sentido que todo lo que había hecho hasta ese día. A la hora señalada, mandó a su hijo a la casa del vecino. Juan fue. Ella se quedó fumando sin pensar en la comida para la cena. No tenía sentido.

Por la noche, Juan llamó a su amigo nuevamente.

–¿Y? –preguntó el amigo.

–La puse.

–¿En serio? Hijo de puta. ¿Cómo fue?

–Nada. Llegué, hablé con los padres, después con la piba, cerramos la puerta y ella, te juro, casi hizo todo sola.

–¿Y ahora? ¿Te la vas a seguir cogiendo?

–No. Creo que se está muriendo –susurró–, pero nadie me lo quiso decir.

–¿No tiene catorce años? Mierda…

–Sí. Mejor que no me lo dijeron. Sino me iban a pedir… no sé… alguna reflexión.

–Pero la pusiste…

–Sí. Es lo importante, ¿no? Y me llamó mi viejo hoy.

–¿Tu viejo? ¿Apareció?

–Sí. Le voy a pedir guita cuando lo vea.

–Plata, garche…

–Todo junto. Che, pará… escucho gritos de la casa de al lado.

–¿Se habrá muerto la piba?

–No sé.

Mientras tanto, su madre, que también escuchó los gritos de los vecinos, le explicaba a su hija que, si acaso su padre quería verla, ella debía tener cuidado porque, aseguraba, ya era una mujer. La niña, para peor, entendió: y se puso a llorar.